La sombra

Hay una sombra enorme (como de 600 kilómetros cuadrados) que lleva años cerniéndose sobre mí.

Mis amigos son conscientes de ello. Mi familia también. Hasta el punto de que ya dicen que huelo a ella y todo.

Es la sombra de un luegar que visité una vez y me enamoró (tanto por el sitio en sí como por la gente que conocí allí) y que cada vez que visito me gusta más y más. En cuanto bajo del tren o del avión me siento como en casa y recorrer sus calles, al contrario de lo que me pasa en otros lugares, me resulta de lo más natural del mundo.

Cuando hablo con la gente que ya tengo allí todos me dicen que a ver cuándo vuelvo a hacerles una visita. O los más atrevidos me preguntan cuándo me instalaré allí de una vez por todas.

Esa sombra me ha provocado muchas dudas. Dudas sobre mi estabilidad personal y laboral. Dudas sobre el cariño que le tengo al lugar en el que vivo. Dudas sobre lo que me estoy perdiendo por no estar allí.

Pero hace un tiempo ocurrieron dos cosas en mi vida que hicieron que esa sombra se disipara, como si alguien hubiera encendido un foco justo sobre mí provocando que la maldita sombra se concentrara justo bajo mis pies, donde no la veía.

Yo sabía que ella seguía ahí y que la seguiría revisitando tan a menudo como pudiera, pero ahora yo la controlaba a ella y las dudas sobre todas las cosas habían desaparecido.

Tenía claro dónde quería estar y qué quería estar haciendo.

Pero qué poco duró la fiesta, Pepe.

Hace unos días una persona (cuya llegada a mi vida fue, en parte, motivo por el que esa sombra se desvaneció) me planteó una cuestión; cuestión que ha hecho que esa maldita sombra comience a escaparse de mis pies y vuelva a planear sobre mí; como una de las naves de Independence Day, apoderándose de mí y escurriéndose por todos los rincones de mi pequeño mundo.

Si finalmente ocurre lo que no quiero que ocurra, la sombra volverá de nuevo a planear sobre mi cabeza y las dudas volverán a inundarlo todo. Y aunque había decidido que al menos en dos o tres años no iba a permitirlo, volveré a pasar por una de esas etapas mías en las que no sé si voy o vengo.

Lo peor de todo es que no sé si realmente quiero que la sombra vuelva o no; lo que sí sé es que ahora mismo espero que se quede donde está; porque aunque la vida es muy corta y hay que vivirla como quieres vivirla porque no vas a tener otra (o tal vez sí pero ¿acaso tú recuerdas alguna de tus vidas anteriores?) hay cosas que debes hacer con la cabeza bien amueblada, las posibilidades bien estudiadas y la cuenta corriente saneada y llena de ceros.

Así que te pido por favor Endesa de mi vida que no me falles ahora que no quiero volver a estar aburrido y pensando que estaría mejor en ese otro lugar. Porque quien sabe si, una vez allí la que me da por saco es la sombra de lo que dejé atrás.

Con lo tranquilo que yo estaba.

Qué desgracia, María.

3 comentarios:

Soliloco dijo...

Sombras nada maaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

Mira no, sombra no que apagan mucho la mirada como mucho un poco de eyelineeeer!

Un beso, hombreya!

(no queda na!)

Tony Tornado dijo...

Creo que lo he pillado, pero como dicen por ahí que leo en diagonal, mejor lo hablamos en tu salón el sábado que viene tomándonos unas birras y fumando como si estuviéramos en 1983.

:)

(la palabra de verificación es REDRUM!!! qué miedo!)

Acker dijo...

Pruebe de esthéticien, a ver si...