Un saludo (o no)

La última vez que fui a Madrid, no sé si os lo conté, me pasó una cosa muy curiosa.

Era sábado por la noche y me tocó salir solo por Chueca porque TonyT y JL aún se estaban recuperando de la espectacular fiesta de cumpleaños que vivimos el viernes (y que por culpa de Abuga y las Girls Aloud se les alargó hasta las cuatro de la tarde) y los demás madrileños estaban desaparecidos en combate.

Yo me senté ante el ordenador en el piso de TonyT y me puse a chatear por ahí pero no hubo manera, así que me fui a la calle, me planté en Chueca yo solo y encendí el Grindr. Me llegaron un par de mensajes mientras estaba parado delante de la SGAE pensando si meterme en el 2046 a tomar algo, que al menos conocía al camarero. Pero me decidí a volver al meollo del barrio y seguir zorreando.

Allí me encontré con Antonia Dell'Ata (que ahora es colaborador del Sálvame y eso me vuelve loco) que estaba pasando la noche con dos amigos que habían venido de Barcelona. Me despedí de ellos y seguí caminando pero a los pocos metros Antonia me paró y me dijo que fuera con ellos a tomar algo.

Esa noche visité varios locales y discotecas (y cuartos oscuros) con ellos y fui lo suficientemente tonto como para no darme cuenta de que uno de ellos estuvo toda la noche, en realidad, tirándome los trastos. De hecho cuando me dijo "Podríamos ir al Strong" medio en broma y yo le contesté precipitadamente que sí, que tenía ganas de ir no interpreté su cara de asombro como un "jo, qué chico más fácil" sino como un "éste está más loco que yo". Lo cierto es que yo quería ir porque Dolly Partos me había dicho mil y una vez "TIENES QUE IR AL STRONG NEEEEEEEEEEEEEEEEEEENA".

En el cuarto oscuro no pasó nada. Pasó después, al salir. Usando la táctica del acercamiento para espantar moscones, acabamos liándonos. Luego me invitó a churros con chocolate (que obviamente no me sentaron especialmente bien después de tanto vodka con naranja) y nos despedimos, intercambiando móviles para quedar algún día en Barcelona. Al fin y al cabo éramos de la misma ciudad.

Huelga decir que no nos llamamos nunca. De hecho ni hemos coincidido. Bueno, miento, Un par de meses después le vi en la Metro, pero yo estaba intentando ligarme a uno y él estaba con unos amigos y preferí no decirle nada porque, en realidad, no me gusta. Era un buen tío y cuando me dijo lo de "Crepúsculo es una mierda, tienes que ver Moon" sentí una chispa en mi interior al comprobar que hay gente en el mundo con la que aún tengo gustos en común. Su voz era muy sexy, sí. Y era amable.
Pero no me gusta.

Ayer, pasando el rato en GayRomeo me lo encontré visitando mi perfil. Allí estaba. Seguía sin gustarme y me saca unos cuantos años (alguno más de lo que yo pensaba, de hecho). No me había escrito un mensaje. Ni me había dejado una huella. Había visto mi perfil y no había dicho nada.
Un poco como hice yo en la Metro el día que le vi.

No es que quisiera que lo hubiera hecho (de hecho yo no vi que era él hasta que abrí el perfil y obviamente tampoco le dejé nada) pero al volver hoy de firmar unos papeles del piso mientras iba en el autobús no he podido evitar pensar lo curioso que es pasar una noche con alguien, conectar (en cierto modo) de una forma que va más allá del alcohol y la locura -porque lo de Madrid no fue un "iba tan borracho que no sabía lo que hacía"-, intercambiar móviles y luego ni saludarte por las webs de contactos.

¿No sería más lógico -aunque seguramente fuera fingido- saludar? ¿Preguntar qué tal va todo? ¿Decirle que vi Moon y me gustó?

Mira, mejor no. Y no es que no se merezca saber que la película me encantó. Es que (y no digo que éste sea el caso) a veces basta que le digas "hola" a alguien para que lo interprete como una pedida de mano. Y al final te ves en una situación como la de "¿bailas? - sí - así me gusta, que te diviertas" pero de la que no se sale tan fácilmente.

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