Maldita empatía

Yo no sé de quién he heredado tanta empatía. Creo que de mi padre, que aunque es de los que les cuesta un cojón y medio sacarla a relucir, al final siempre acaba cediendo.

Lo que sí sé de quién he heredado es mi incapacidad para controlar los recibos de casa. Eso es culpa de mi madre.

Yo quería escribir un post sobre ideas que tengo en la cabeza, sobre cómo me siento estos días que me noto raro y no sé por qué (a pesar de lo obvio del post anterior, que te deja tocado, no me siento especialmente triste por algún motivo concreto), me toca escribir sobre los dramas de cada día.

Ayer nos cortaron la luz. No era la primera vez que nos pasaba (y presumiblemente no será la última) pero mira, nos hizo como especial ilusión.
Ante la situación "no tenemos luz y no sabemos si es una avería o que no hemos pagado" (bueno, todos sabíamos que es que no habíamos pagado pero hasta que no te dan con el facturón en la frente no te das por aludido) todas las miradas se giraron a mí.

Yo en su día me ofrecí a controlar la cuenta de gastos del piso, pero como al final ha resultado que nadie pagaba gastos (porque es que este mes me va mal, este mes tengo que pagar no sé qué o este mes no hay que pagar nada!) pues la cuenta siempre estaba vacía. A eso súmale el follón de que el titular de todos los contratos se largara del piso sin avisar y no quiera saber nada de nada (hasta que van a por él a exigirle, que entonces se nos pone chulo).

Tampoco me voy a poner a dar aquí pelos y detalles sobre la situación financiera del piso, porque ni a mí me interesa a estas alturas.

El caso es que al final conseguimos pagar casi la totalidad de la deuda (faltaba la parte de uno que tenía que llegar por transferencia y aún la estamos esperando). Y ahora toca el momento de ponerse a contar cuánto hemos puesto y cuánto hay que repartir.
Y ahí viene la fiesta. Que si yo puse no sé cuanto para no sé qué, que si yo este mes he pegado aquello de allí, que si mira yo lo siento pero ya he hecho todo lo que tenía que hacer... vamos, que como ya hay luz en casa pues el marrón me lo acabo comiendo yo. Porque obviamente todo ha sido un: pues dile tú a éste que tal o dile tú al otro que aquello.
Al final, obviamente les he mandado a la mierda.

Porque ahora resulta que eso de devolver un favor ya no se lleva. Que una persona a la que el problema ni le iba ni le venía se ofreció a ayudarnos a solucionarlo rápido y ahora pasamos total de compensarle y devolverle lo que es suyo. Sobretodo me encanta el "yo dije que hiciéramos esto" a lo que respondes "ya, pero es que lo dijiste cuando ya habíamos hecho lo otro" y te sueltan un "pues entonces yo ya he cumplido". Y se quedan tan anchos, como si no pasara nada.

La próxima vez que pase algo así, que pasará (estoy seguro) se va a preocupar de solucionar el problema quien yo me sé. ¿Que nos cortan la luz? Pues me iré a la calle o a casa de mis padres hasta que se pueda solucionar sin tener que mover un dedo más allá de donde me toca. Porque por mi puta empatía, porque veo a la gente jodida y perdida, voy y me cargo la mierda a mis espaldas ¿para qué? Para tragármelo yo.

Que sí, que yo entiendo que todos tenemos lo nuestro y que sus motivos tendrá la gente para pasar total de los demás, me parece muy bien. Pero mira, yo que pases de solucionarle un problema al vecino pues me da igual, pero al que duerme en la habitación de al lado pues no, la verdad.

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